MISS REALITY

MISS. Hoy he leído dos noticias que, ironías del destino, tienen bastante en común.  La semana pasada, Miss Cirugía Estética fue elegida en Hungría, mientras que ayer mismo, Bélgica nombraba a su Miss Sin Techo. Dos momentos en la vida de un país: la búsqueda de la perfección capitalista (más liso, más tenso, más reluciente) frente al declive de la sociedad del bienestar. Y como siempre, la mujer como telón de fondo, o más bien, como pantalla sobre la que proyectar las fantasías del inconsciente colectivo.

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ARTISTA. Parece que los formatos televisivos se están encasillando. El concurso de tele-realidad se ha vuelto omnipresente en las parrillas de las cadenas. Si años a, Gran Hermano nos permitía elegir al tertuliano ideal, ese que amenizaría nuestras tardes más trash, ahora el mecenas Charles Saatchi da  una vuelta de tuerca al género y busca al próximo genio en algo así como un Factor X artístico. Seguro que esta versión más snob e intelectual no será la última reinvención de un formato que, como el aburrimiento, se multiplica.

BELLA. Pero hablábamos de Misses: de concursos y rankings, al fin y al cabo. ¿Acabará siendo esta nuestra forma de entender el mundo? ¿Una ordenación, ascendente o descendente, según reza el excel? Supuestamente esta bendita crisis nos ha hecho a todos más solidarios, ecológicos y reciclables, así que no deberíamos regirnos por principios tan poco éticos como la competitividad. Cuando el jurado de Miss Sin Techo 2009 justificaba su decisión, insistían en que el factor diferencial para elegir a Thérèse Van Belle fue su determinación en salir de la pobreza. Quizás estemos ante un fenómeno sociológico y tú y yo pensando que esto era oportunismo. En cualquier caso, espero que Van Belle disfrute de su año de alojamiento y sobre todo, que no la olviden demasiado rápido al cabo del mismo.

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MODELO. En «El capitalismo de ficción», Vicente Verdú dice que vivimos en un capitalismo de intangibles, que ya no produce bienes ni servicios, si no ficciones. Tuve la ocasión de hablar hace poco con una modelo y me comentaba jocosa, su sospecha de que pronto ellas también serían remplazadas por una imagen de photoshop. No quise ratificarla en su opinión para no disgustarla, aunque estoy convencida de que no se equivoca.

ESPIGADORA. La carrera por el ranking más absurdo asola cada día los periódicos, convirtiendo la realidad en una materia gelatinosa y efímera. Como se ha dicho hasta la saciedad, incluso el Nobel de la paz se concede por algo que todavía no ha ocurrido. Si notáis que os diluís por momentos, os recomiendo “Los espigadores y la espigadora”, de Agnes Varda. Hora y veinte de realidad de la buena, de la que se huele y se toca. Que recolectéis mucho.

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