EL MAYOR TIMO DE LA HISTORIA

ryan frank

SARCASMO. Una calavera de diamantes, unas gafas de pasta negra y el formol, omnipresente, como el suero divino que conduce a la inmortalidad. C-Monster, de la mano de Ryan Frank, han creado la metáfora última de la obra de Damien Hirst. Y es que el «Retrato del artista como un hombre muerto» evoca los grandes hits de DH, supurando un sarcasmo sofisticado. Hirst es sin duda uno de los artistas más vilipendiados y remunerados del panorama artístico actual, la Madonna del arte contemporáneo, podríamos decir.

ASPIRACIÓN. Si la crítica es el reverso tenebroso del éxito, Hirst claramente ha triunfado en la vida. Independientemente de los gustos de cada uno, no se le puede negar haber colocado el arte en la parrilla televisiva, algo a lo que, en el fondo, muchos aspiran. El ganador del Premio Turner de 2008, Mark Leckey, declaró de hecho que prefería hacer un show televisivo, con performances y música, a exponer en una galería. Ese gusto por la cultura popular, como el reducto de lo puro, lo inocente, se convierte en El Dorado de los artistas, deseando ser devorados por el monstruo de lo vulgar.

OBJETIVO. ¿Tiene el arte que ser mediático, impactante? ¿O una experiencia privada destinada al recogimiento? Supongo que marcar objetivos a algo que, en principio, no sirve para nada, es irrelevante. Lo que sí llama la atención es cómo el arte, sólo recientemente, ha perdido su utilidad. Si antiguamente se trabajaba para beneplácito de reyes y nobles, más en calidad de artesano que de artista, no hace tanto que el creador pierde su condición de empleado para convertirse en la víctima de un talento indomable y/o carnaza de cóctel de élite.

RESULTADO. Al igual que el arte, el matrimonio, que antes respondía a un contrato motivado por la supervivencia, hoy sólo se fundamenta en el amor, pura química lábil. Nuestros cimientos son cada vez más movedizos. Si el amor o el arte ya no sirven para algo, sólo nos queda el dinero. Será por eso que Hirst produce en cadena y defiende su postura empresarial, igualándose a otras trade marks de la fantasía:«Prada tampoco hace sus propias prendas, ni (el arquitecto estrella) Frank Gehry construye él mismo los edificios y nadie los descalifica».

TRAVESURA. De Damien Hirst me gusta que sus obras son deliciosamente narrativas. Como manchas de Rothschild, abren la puerta a la interpretación y se alejan de lo contemplativo. A veces me gusta que jueguen conmigo, porque me gusta jugar.  Y como jamás gastaré un céntimo en alguna de sus obras, supongo que no tengo miedo de que me tomen el pelo. Si el arte es la reproducción de la vida, ¿acaso no es el mayor timo de la historia?

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