LA NOSTALGIA ES DE ÑOÑOS
Hay una señora en Valencia que opina que es más cultura los Grammys de Bustabísbal que la arquitectura tradicional. La señora agarra bolsos Vuitton en señal de elegancia y exuda un poderío de Thatcher folklórica, que le hace sentirse sexy. Frecuenta amigos con nombres desenfadados, como el Bigotes, que le hacen regalos, aunque ella lo niegue con recato de damisela. De no ser por una desafortunada investigación judicial, uno de los últimos podría haber sido el montaje en Valencia de un festival de músicos vestidos de blanco -abriendo puertas, cerrando heridas- por el cual el susodicho Bigotes habría cobrado 20 millones (en vez de los 11 que realmente costaba el jolgorio). En fin, qué mala pata. Se meten los jueces y se llevan la música a otra parte.
En cuanto al Cabanyal, la señora no entiende el empeño de los vecinos por salvar un barrio de toda la vida. No hay más que casas decrépitas, símbolo de un arquitectura única, hogar de un pueblo que inspiró las novelas de Blasco Ibañez y algunos de los cuadros más emblemáticos de Sorolla. Por no decir que está declarado bien de interés cultural, pero eso son palabras y las palabras se las lleva el viento. ¿Dónde se ha visto que la gente agreda a policías por defender un nicho de marginales, en vez de preferir una avenida llena de edificios relucientes, hambrientos de hipotecas que devuelvan la alegría a nuestros bancos? Eso es progreso y lo demás es nostalgia. Para que luego digan que el PP no es moderno.
Lo de que es «más cultura» uno que otro, en fin, yo creo que ni má ni meno, pero es cultura, lo mismo que la bomba atómica y toda la destrucción que dejó tras de sí, lo mismo que los ahorcados, que los campos de concentración, que todas las bombas, que la gillotina o la silla eléctrica, la penicilina o la sutura… Es todo cultura, ¿o no? Desde luego, el hecho de hacer «regalos» a los personajes de la res pública revela la auténtica naturaleza de la dádiva -ahora entiendo mi difícil relación con esa entidad-, un soborno disfrazado, y al tiempo que escribo esto, pienso en que los votos, las ofrendas a dios, animadas o inanimadas, vivas o asesinadas, no son otra cosa que un soborno disfrazado, un regalo que persigue un fin… Y mira que el Caballo de Troya era un regalo… ¡Más claro el agua!… Pero este camino trepa empieza ya muy pronto: en la escuela, en el bachiller, en la Universidad, los «buenos» alumnos regalan al profesor… Y esas gentes que regalan pastelillos al jefe de la dependencia pública en la que tuvieron a bien trabajar… Y es que si de niños se busca el afecto de los padres, de mayor se busca el afecto de los cargos… Recuerdo tiempo ha que Solchaga, el entonces Ministro de Economía, si no recuerdo mal, en aquellos tiempos en que se ufanaba de que «España era el país en que se hacía más dinero en menos tiempo», se explicaba sobre un pasaje en un crucero en que iban él y no recuerdo quién más de su familia, y decía que por más que insistió, no le dejaron pagar… ¡Ah, el regalo!, bien podría merecer un post made by Perla del turia 😉
Tú siempre tan inspirada, y tan inspiradora.
Querido Sensaciones, pues la verdad es que es todo un tema, el del regalo y me gusta lo de la busca de «afecto de los padres»… Yo casi que me resisto a escribir de estas cosas, porque me broto y me pongo muy visceral, que de eso se trata -ya lo sé- pero me da rabia gastar energía en esta gente. En fin, todo sea por el Cabanyal, al que le tengo un cariño especial (mi extraña Valencia connection). ¡Gracias y besos!